Una charla con la realidad
En los relatos anteriores, Carla habló sobre sus dificultades para ahorrar. En este capítulo, identifica cuáles son sus puntos débiles, en qué gasta más, y se propone hacer un giro para modificar algunos de sus hábitos. Te invitamos a acompañarla en su camino.
Primeras dos semanas en el seguimiento de lo que gasto. Llevar un registro de todos y cada uno de ellos es una tarea difícil. No sólo por el hecho mismo de anotar lo que sale de mi billetera sino de la realidad que muestra. Es ver de manera detallada en qué cosas se me va el sueldo, darme cuenta que gasto en cosas innecesarias, y empezar la autocrítica y el análisis de mis vicios.
Es casi como visitar a la nutricionista y darte cuenta que tus hábitos alimenticios no son del todo saludables, y que si cambiaras un par de conductas en relación a la comida te sentirías mejor, con más energía y mejor piel. Es, sin dudas, una tarea para la que no estamos preparados. Al menos yo no lo estaba, pero tengo un objetivo en mente, mi “misión ahorro”, que me motiva a seguir con este ejercicio de introspección financiera.
En estas dos semanas observé un patrón bastante claro: dejando de lado los gastos fijos que tengo para vivir cada mes (alquiler, expensas, servicios) una gran parte de mi presupuesto mensual se va en comer afuera de casa. Sea con mis compañeros de oficina o en juntadas con mis amigos, destino buen porcentaje a esta actividad. Evidentemente, no cocinar en casa para llevar mi vianda al trabajo tiene mayor impacto en mi economía del que creía. De esas verdades obvias que a veces no queremos ver (hola Freud).
La segunda categoría es el uso del taxi. Si bien soy una persona que disfruta mucho de caminar por la ciudad y usa el colectivo a diario, con frecuencia me veo tomando taxis porque estoy llegando tarde a una reunión o es muy tarde a la noche como para caminar.
Con este mini panorama, decidí aprovechar el envión y hacer algunos cambios sobre la marcha para ver cómo estas decisiones podrían afectar el resultado al final de este primer mes experimental. Creo que pequeños sacrificios en lo diario podrían tener resultados interesantes, entonces me propuse cocinar más en casa para no comprar el almuerzo mientras estoy en la oficina, o evitar lo máximo posible los taxis saliendo con tiempo del departamento y caminar, o utilizar el colectivo para las distancias más largas.
Continué mirando la aplicación que uso para registrar los gastos, y mientras lo hacía pensé en los viajes que hice entre mis 24 y 30 años de edad. Fueron 6 años en los que mi cabeza sólo se centraba en crecer profesionalmente, trabajar, y viajar. Quizá una moda, quizá no, desde chica sentí curiosidad por otras culturas, leía sobre otros países en la enciclopedia Encarta (sí, soy de la generación del Encarta), me interesaba por su cultura, sus formas de vida, las comidas tradicionales.
Tanto soñé despierta que apenas tuve mi primer trabajo empecé a planificar viajes. Cada uno me llevó meses de ahorro más que de planificación. Visité ciudades de otros países, conocí muchas personas y recorrí una buena parte Argentina. Si lo pienso de manera un poco más fría, debería concluir en que todo el dinero que invertí en estas experiencias podría haberse ahorrado e invertido en algo más perdurable. Pero no. Son etapas.
Es como me dijo mi viejo el fin de semana pasado cuando le comenté sobre mi experimento: “Hay un tiempo para ahorrar, un tiempo para gastar y un tiempo para invertir”. Y eso tiene algo de cierto: yo ya gasté, ahora quiero ahorrar y en el mediano plazo me gustaría invertir. Mientras tanto, repaso las fotos de los viajes, recuerdo a cada persona que conocí en el camino y me imagino invitándolos un café en mi nuevo lugar.
Continuará…
María Alejandra Verlino
12 junio, 2019 al 2:57 pmQuiero mi casa propia
Natania
5 julio, 2019 al 2:44 pmHola María Alejandra! te enviamos info a tu mail. Saludos 😀