En la etapa final de su camino, Carla –que ya tenía un objetivo en mente- saca conclusiones sobre el giro que decidió dar en su vida y nos explica el impacto que tuvo en su día a día, y mucho más en su capacidad de ahorro.
Luego de tener el encontronazo con mis hábitos de consumo y tener un registro más detallado de en qué se me va más el dinero, decidí modificar algunas conductas para favorecer mi ahorro.
En primer lugar me propuse cocinar más en casa para no tener que comprar el almuerzo durante mis horas de trabajo. Al principio me costó un poco acostumbrarme, y me llevó bastante trabajo tener que pensar qué cocinarme cada día, las cantidades a preparar y cómo conservarlo para que no pierda sabor o calidad.
Otro aspecto menos positivo de cocinar en casa es que demanda más tiempo: no sólo preparar la comida sino ir al supermercado, verdulería y carnicería para conseguir los ingredientes. Sin embargo, invertir tiempo en hacerlo me resultó más conveniente: en una sola compra puedo tener ingredientes para recetas de toda una semana y me sale bastante más barato que almorzar fuera de casa todos los días. A grandes rasgos, si antes gastaba $1.000 sólo en salir a comer, ahora gasto $700 por semana pero para almuerzo y cena.
Por otra parte, además de ahorrar, cocinar despeja un poco, me pone más creativa con los platos que preparo y me siento mejor, más saludable. Definitivamente la cocina casera tiene una magia especial.
El segundo cambio que hice fue utilizar más el colectivo y caminar para evitar usar taxis. Sin contar los últimos aumentos en las tarifas del transporte, moverse por la ciudad me está resultando más económico usando este medio, y pude ahorrarme unos pesos ahí también. Ahora el taxi lo uso únicamente por la noche.
El tercer cambio, y el más difícil de todos, fue dejar de gastar plata en cosas que no necesito y especular con el cierre de la tarjeta al final de mes. Sólo aproveché ofertas cuando realmente las sentía buenas o se trataba de algo que realmente necesitaba. De esta forma también tengo un comportamiento más responsable en relación al consumo y lo que puede provocar no sólo a mi caja de ahorros sino también al medio ambiente (exceso de plástico, cartón, papel, entre otras problemáticas sobre las que no vamos a ahondar).
Con estas decisiones, no fáciles pero positivas, pude hacer un uso más efectivo de mi dinero durante el mes y ¡oh sorpresa! hacia el final tuve un margen aceptable para poder ahorrar. Lo importante es –quizás- no dejar de hacer cosas que nos gustan sino más bien medirlas para poder planificar a futuro.
A raíz de estos resultados, con los que estoy muy contenta, ahora puedo pensar en otras formas de hacer que esos ahorros no pierdan su valor. La opción que más me gusta es la que me explicó mi tía Laura, la de invertir en un inmueble. Por eso, ahora me gustaría ingresar a un plan de departamentos en el que pueda pagar una cuota por mes y en unos años logre ser la dueña. Y creo que Natania puede ser mi solución: planes 100% financiados, flexibilidad en las formas de pago y más de 35 años de trayectoria.
Ha sido un camino largo, de aprendizaje y de mirarse mucho al espejo: Pero dio sus frutos. Ahora a pensar en el futuro y a disfrutar de la nueva aventura que se viene: mi vivienda propia.